viernes, 8 de enero de 2016

ElCamaleón

La cuesta de enero, la llegada del crudo invierno, o vaya  usted a saber, son ideas trágicas impuestas tras el derroche de la navidad. Tras escalar los picos de las celebraciones, toca descender hacia el valle. La depresión geográfica se impone al igual que la bajada en el estado de ánimo. Sin embargo, a pesar de mi inclinación hacia la melancolía, atravesar el crudo invierno me genera ilusión. Todo sea porque al final de esta etapa me toca cumplir años, o simplemente porque los días tienen más luz y empiezan a surgir los primeros brotes de vegetación. No obstante comprendo perfectamente el pesar.

En la cueva diseñada por un arquitecto, que ya sé que no fue prestigioso, se respira un ambiente de decadencia. El temido invierno se cuela por los rincones y las semanas comienzan a alargarse. Aunque la crudeza del frío belicoso fue rusa, constantemente pienso en el invierno en Alsacia como un hito más de una cruenta batalla. No hay fusiles para defendernos porque no hay enemigos. Por no haber no hay personas. Somos  pocos.  Mi único rival decididamente es  el 70. Con este vehículo articulado pugno diariamente montado en mi bicicleta. A pesar de que siempre salgo derrotado, en ocasiones perdido el 70 entre tanto semáforo me permito darle paso y acto seguido, tras detenerse el autobús, esprinto como un pistar, talla no me falta. Venganza.

Mi sentir quizá este matizado porque he estado ausente y según la teoría de Sherk, mejor fuera que dentro;  corazón que no ve, corazón que no siente. Por eso me puede el optimismo y lo plasmo en esta metáfora, al igual que la falta de referencia de un adolescente en concreto. A pocos he podido ver. Quizá por eso he repasado metáforas anteriores y he conectado de nuevo con Clint. Una cosa ha tenido que ver con la otra. Leyendo metáforas y comentarios que alguno cuelga adyacentes a éstas, he recordado aquello del camaleón que me dijo el propio Clint. Un matiz al traje de neopreno que se pone el guapo Moreno. A vueltas con nuestra profesión, Clint decía que cuando hablamos con algún joven nuestra tarea no es otra que la de mimetizarnos con el ambiente, en este caso con la persona con la que hablamos/intervenimos. La riqueza de esta cualidad nos permite tener criterios diferentes ante casos similares y todo porque la dicotomía del negro y el blanco no aporta mucho, nada más bien. Y esto sin perder la perspectiva y el criterio. El educador camaleón se puede vestir de rosa rey mago un día y al siguiente engalanarse con camisa de once varas, dispuesto a asumir las consecuencias.

Quizá ahora que el Doctor Empleo y el Padre perfecto andan  como putas por rastrojo, con perdón, sería bueno que aplicaran la máxima del camaleón. Por eso aunque tengan que llevar un traje gris, casi negro, no deberían dudar que pronto, muy pronto,  antes de lo que ellos se esperan, llegará el momento de enfundarse un traje del color del arcoíris, algo así como el neopreno perfeccionado.

2 comentarios:

  1. Fantástico. El universo Alsacia se refleja a la perfección en este lago de palabras.

    Gran hallazgo. Seguiré leyendo Gigante amable

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  2. Alsacia, lleno de gigantes y hadas con gafas.Gracias.

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