En aquel lugar nunca pasó nada.
Es extraño pensar, y más en algo en concreto. Visualizo 12
imágenes por segundo y todo está enlentecido. Tus movimientos los observo
cortados. Te pongo un ejemplo. Mueve tu mano. Sólo puedo verla arriba y abajo.
No sé lo que ocurre entre medias. A esto lo llaman la enfermedad de Bolt.
Sé que aquella mañana estaba el cielo despejado. Comenzaba a
oler a primavera. Tú estabas exultante, como siempre. Paseábamos juntos.
Decidimos recorrer las calles estrechas cercanas a la estación. Te contaba mis
planes futuros. Me iría a Ámsterdam, con la idea de perderme. Tú me dijiste que
ibas a quedarte un tiempo viviendo aquí. Estabas trabajando en una oficina
próxima al lugar por el que paseábamos y me lo enseñaste. No había nadie.
Estaba cerrado. Los cristales estaban tintados e hicimos como los niños. Posamos
el rostro allí y utilizamos las manos para impedir que el sol interfiriera en
nuestro propósito. Tú te sentabas en aquel rincón, me dijiste. Y tus compañeros
en las otras sillas. Sucedió de repente. Todo se paraba. Me asuste. No podía
observar los objetos de forma continua. Separé las manos del cristal. Di un
paso hacia atrás. Me estaba mareando. Te dije lo que me pasaba y nos abrazamos.
Mira allí, me obligaste. Qué ves. Pude observar una placa. Norton P. En esté
lugar nunca pasó nada. Me sorprendí. Era lógico que la empresa se llamara de
esa forma, o de cualquier otra. Pero no entendí la otra frase. Cómo era posible
que en ese lugar nunca pasara nada. Te lo conté y te reíste. Sigues mareado,
déjalo. Quédate con Norton P, donde pasan demasiadas cosas. Recuerda el nombre.
Cuándo regreses de Ámsterdam me encontrarás aquí.
Ese día no fui al médico. Quería aprovechar tu compañía. Tampoco
lo hice en los siguientes, pero iba a peor. No tuve más remedio que someterme a
miles de pruebas. Cancelé mi viaje hasta que hubo un dictamen. No podía
desplazarme. Mi enfermedad me hacía entender las cosas de forma diferente. Todo
iba más despacio. Ese ritmo no lo entendía y me hacía perder la conciencia.
Tuve que guardar reposo y medicarme. Ahora siento lo mismo pero con los pies en
el suelo. Puedo vivir. No sé si en Ámsterdam hay canales, si quiera agua.
Otro día estuve observándote a través del cristal, sin que
me vieras. Estabas sentada en la silla que me indicaste. No parabas de hablar
por teléfono y mirar la pantalla del ordenador. Tus compañeros hacían lo mismo. Me fui. Aunque
antes me fije en el letrero. Norton P. Una historia que contar.
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